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En 1802 se encontraron los restos de una joven en la catacumba de Santa Priscila, en la Vía Salaria. Estaba cubierta de piedras, cuyos símbolos indicaban que se trataba de una mártir llamada Santa Filomena. Los huesos fueron exhumados, catalogados y prácticamente olvidados, dado lo poco que se sabía sobre ella. Cerca de su tumba, una inscripción decía «La paz sea contigo, Filomena», junto con dibujos de dos anclas, tres flechas y una palma. Cerca de sus huesos se descubrió un pequeño frasco de vidrio con restos de sangre. Dado que era costumbre popular entre los primeros mártires dejar símbolos y señales como estos, se determinó fácilmente que Santa Filomena era virgen y mártir.

En 1805, el canónigo Francisco de Lucía de Mugnano, Italia, se encontraba en el Tesoro de la Rara Colección de Antigüedades Cristianas (Tesoro de Reliquias) del Vaticano. Al llegar a las reliquias de Santa Filomena, sintió una repentina alegría espiritual y solicitó permiso para consagrarlas en una capilla de Mugnano. Tras algunos desacuerdos, resueltos por la cura del canónigo Francisco tras rezar a Filomena, se le permitió trasladar las reliquias a Mugnano.

Se empezaron a reportar milagros en el santuario, incluyendo curaciones de cáncer, sanación de heridas y el Milagro de Mugnano, en el que la Venerable Pauline Jaricot se curó de una grave dolencia cardíaca de la noche a la mañana. Filomena se convirtió en la única persona reconocida como santa únicamente por su intercesión milagrosa, ya que no se conocía nada histórico de ella salvo su nombre y la evidencia de su martirio.

El papa León XII autorizó la construcción de altares e iglesias en su honor. El papa Gregorio XVI autorizó su veneración pública y la nombró patrona del Rosario Viviente. La curación del papa Pío IX, siendo arzobispo de Imola, se atribuyó a Filomena; en 1849, la nombró patrona de los Hijos de María. El papa León XIII aprobó la Cofradía de Santa Filomena y la elevó a la categoría de Archicofradía.

El Papa Pío X elevó la Archicofradía a la categoría de Archicofradía Universal y nombró a San Juan Vianney su patrono. El propio San Juan Vianney llamó a Filomena la Nueva Luz de la Iglesia Militante y le profesó una profunda y reconocida devoción. Entre otros fieles devotos se encuentran San Antonio María Claret, Santa Eufrasia Pelletier, San Francisco Javier Cabrini, San Juan Nepomuceno Neumann, Santa Magdalena Sofía Barat, San Pedro Chanel, San Pedro Julián Eymard, la Beata Ana María Taigi y la Venerable Paulina Jaricot.

Su popularidad pronto se extendió, siendo sus devotos más memorables San Juan María Vianney, Santa Magdalena Sofía Barat, San Pedro Eymard y San Pedro Chanel. Tras su curación milagrosa, la Venerable Paulina Jaricot insistió en que el Papa Gregorio XVI iniciara un proceso de beatificación para Santa Filomena, quien llegaría a ser conocida como la "hacedora de milagros". Tras cientos de otras curaciones milagrosas, fue beatificada en 1837.

 

Santa Filomena, a quien el Papa nombró Patrona del Rosario Viviente y Patrona de los Hijos de María, es la única persona reconocida como santa únicamente por su poderosa intercesión, aunque se han registrado revelaciones pertinentes sobre su vida. Sus reliquias se conservan actualmente en Mugnano, Italia.

Santa Filomena: Patrona de los bebés, niños pequeños y jóvenes

Se sabe poco de su vida, y esta información la recibió por revelación privada. Fue martirizada alrededor de los 14 años en los primeros tiempos de la Iglesia.

Santa Filomena

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